sábado, 4 de agosto de 2012

El fascismo criollo, la “ruta de las ratas” y los “Kapos”


                                                           “La historia del Hombre es solo la historia
                                                            de unos cuantos crímenes” (Voltaire)
                                                    
                                                            El hombre es hijo de su pasado mas no su esclavo
                                                            y es padre de su porvenir
                                                                         Viktor Frankl (creador de la logoterapia)

        No es ninguna novedad decir que el Coronel Juan Domingo Perón, junto a los Generales Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrel, cuando llevaron adelante la Revolución de 1943  que derrocó al gobierno constitucional de Ramón S.Castillo, daban inicio a un  nuevo capítulo en la Historia de los contenidos políticos de la Argentina. Se trataba nada más y nada menos que del advenimiento del nacional-socialismo en territorio criollo. La extensa documentación y bibliografía política que acredita y justifica esta aseveración, resulta hasta redundante con solo observar la estética de los gestos y del discurso político que tanto Evita como el mismo Perón pronunciaron a lo largo de su hegemonía.  
        Sabido es que 1939 y 1942 Juan Perón acude a los discursos de Mussolini como agregado militar en Italia, en donde queda fascinado con la popularidad y el uso del mensaje directo hacia enormes multitudes que hacía el Duce. Sabido es también que en 1943 la señora Eva Duarte tomó contacto directo con la cúpula jerárquica del gobierno alemán, dirigido en plena Segunda Guerra Mundial por Adolfo Hitler, autor del más grande genocidio que conoce la historia de la humanidad. La comunicación permanente y el afecto sin disimulos hacia el dictador de España, el General Francisco Franco, llegando a 1950,  ya era expreso y contundente. 
        Finalizada la guerra, comienza una trama histórica conocida como  “La ruta de las ratas”, que no fue otra cosa que la acción internacional tendiente a salvar de la justicia a cientos de criminales de guerra nazis, y por supuesto, con una consecuente contraprestación en oro y divisas que enriquecerían a quienes colaboraran con la misión. Así fue que en Argentina, se establecieron,  con el beneplácito del Presidente Perón, un número considerable de militares alemanes, entre ellos -y entre tantos más- los jefes nazis Erich Priebke, Reinhard Koops, Carl Vaernet, Adolf Eichmann, y  Josef Mengele, conocidos por haber sido los creadores, inspiradores y ejecutores del masivo exterminio de judíos. Eva Duarte fue su salvoconducto luego de la puesta en marcha de la maquinaria para salvar nazis desde la neutral Suiza y desde la España fascista. Es en su viaje a España de 1947 precisamente cuando se reúne para diagramar la tarea, con el coronel nazi Otto Skorzeny, refugiado en el gobierno de Franco.  
       La suerte estaba dada: La República Argentina inauguraba una nueva etapa de su historia y abandonaba la considerada “vieja, ramplona y oligárquica” república liberal para convertirse en una especie de resurrección nacional-socialista al uso criollo en la tierra del General San Nartín, de Belgrano, de Moreno y de Sarmiento.  
        Los sindicatos unidos bajo la mano del carismático líder,  fueron el  brazo fuerte de este fascismo vernáculo, y dieron el espaldarazo al flamante sistema devenido ya en régimen.  Inmediatamente llegaron los textos obligatorios para la escuela primaria en los que se enseñaba a leer las primeras letras y a decir “Evita me ama”, el adoctrinamiento de la juventud al estilo de los “flechas” de Falange Española, la cercanía con los sectores más poderosos de la Iglesia –de la que luego se distanciaría-,  el uso de la palabra “compañero” tan coloquial y amigable como su similar “camarada” que usaron los alemanes y los falangistas españoles, los símbolos patrios se mezclaron con símbolos partidarios, la canción de sus seguidores en ritmo de marcha militar, la estatización de los medios de producción, la ingerencia del Estado en todos los ámbitos de la vida de los ciudadanos, la demonización del adversario hasta su persecución y encarcelamiento, la restricción de la libertad de prensa, el control de los medios de comunicación, las gigantografías, los estandartes, los actos multitudinarios en Plaza de Mayo  y toda una estética del poder hacía suponer, que se inauguraba una dictadura fascista en Argentina. Hoy, a más de sesenta años de aquellos días, la matriz ha quedado intacta. 
       Sin embargo, debe destacarse y debo reconocer, que será justamente el aditamento criollo, la manera de dulcificar la violencia y el fanatismo innatos del que estuvieron hechos aquellos movimientos de masa originados en Alemania, Italia y España. Tanto fue así, que el gesto descompuesto de los líderes de aquellas naciones, fue desapareciendo de la impronta peronista gracias a la figura maternal de Eva, a la sonrisa del líder, a la doctrina social de la iglesia, nutriente parcial del nuevo modelo, y al acercamiento a posiciones vinculadas al tercer mundo, al que Perón prefirió llamar tercera posición; pero fue sobre todo, gracias a la natural vigencia de un estado de convivencia multirracial y multicultural dada en la Argentina desde fines del siglo diecinueve. Esa  suavidad criolla y la elasticidad del Movimiento -hasta el punto de aceptar en la misma casa doctrinal al Che Guevara y a María julia Alsogaray-  han sido la clave de la permanencia del justicialismo, que se distancia de la dureza original fascista, digamos que se humaniza, por no haber ejecutado matanzas de adversarios. Pero el molde ya había sido creado, y no se ha ido aún. 
     José Antonio Primo de Rivera, en el punto 26 de Falange Española, parafraseando y tergiversando a Séneca, expresa que “la vida es milicia”. ¿No fue acaso este resabio, recogido por Montoneros en el 70 y por los soldados de Cristina en la actualidad? La transcripción autóctona del precepto, hoy, como en 1945 sería: “La vida es militancia     
       En el título de este artículo de opinión se hace referencia al término “Kapos”. Se trata de un apócope de la construcción de origen alemán Kameraden Polizei, que señalaba a aquellos judíos colaboracionistas, que para salvar sus propias vidas o hacerlas mejor, arribaban a estamentos dirigenciales de menor importancia dentro de la jerarquía nazi o en los campos de exterminio, ejerciendo una función especialmente delatora y de policía sobre y contra sus paisanos. Este tipo de ser humano queda perfectamente descripto en el libro de Viktor Frankl “El hombre en busca de sentido”. El Régimen peronista de entonces y de hoy, mantiene estas características paradojales también: es la Argentina de Perón en 1949 la que abre la primera Embajada Isrelí del mundo, José Gelbard fue ministro de Perón, Carlos Corach y Alberto Cohan ocuparon sitiales de preferencia en el gobierno justicialista de Carlos Menem,  hoy Axel Kicillof dirige la nueva y nacionalizada YPF y hasta hace muy poco el mediático y discutido Sergio Schoklender manejaba los fondos de la ultrakirchnerista agrupación Madres de Plaza de Mayo, solo por citar unos pocos casos. ¿Cómo resolvieron sus contradicciones, qué pensaron todos estos kapos gauchos cuando en sus casas oyeron hablar del entramado y bochornoso episodio histórico de “La ruta de las Ratas? El ser humano es un despliegue infinito de Paradojas.  
                                                 Francisco Javier Guardiola

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si, es paradójico, pero no tanto. Al fin y al cabo Perón podía sonreír porque los nazis llevaron parte de su oro (ver documentales "Oro nazi" y "Oro nazi en Argentina"), montaron una infraestructura espectacular previamente a su derrota, incluido el retiro de Hitler -o sea, "alguien" sabía que muy probablemente sería derrotado, pero fue útil por su acoso al movimiento obrero que se estaba extendiendo por toda Europa en el periodo de entreguerras, URSS incluída-, y en fin, en principio todo eran "ventajas". Después, cuando vino la instrumentalización de tanto anticomunista "desempleado", con la puesta en marcha del "Plan Condor", fue cuando la mayoría de los países latinoamericanos sintieron el peso de la bota de los nazifascistas.