sábado, 17 de mayo de 2014

Rebeca Plana, en La Gallera

La Gallera, ya lo dice el nombre, es un edificio que fue concebido para que tuvieran lugar en su interior las peleas de gallos, tan populares en su tiempo.
Este espacio, que evoca el drama y la sangre, ha sido invadido por Rebeca Plana y ha elegido para la ocasión un martes y 13, y son 13 las obras que expone. La suerte está echada. No habrá apuestas en el lugar, como era la costumbre de antaño, pero la pasión con que se hacían está toda en el recinto, como se puede suponer, en los cuadros.
Rebeca es una artista visceral, que pinta con trazos gruesos y decididos, y lo expone todo. He aquí unos colchones a modo de cuadros, que inducen a pensar en lo más íntimo de la artista, en lo que su pasión crece de forma exponencial. A una artista lanzada en busca del arte no hay nada que la detenga y si al relato le conviene sacar a relucir sus orgasmos lo hace.
Se suceden los colores vivos, rojos como la sangre, amarillos, blancos, azules. El plumaje de los gallos, alborotado, violentado, inunda la sala en los dos espacios ocupados, el inferior y la galería que debió de ser un observatorio privilegiado para contemplar las peleas.
Los gallos que iban a la lucha a la muerte con altivez y vendían caras sus vidas han vuelto al lugar de forma subliminal; también han traído su carga erótica en esas formas que parecen estallidos multicolores, que incitan de forma indisimulada a sumarse a la fiesta de la vida. Nada reivindica mejor la vida que la muerte. El anuncio de una muerte trágica desata la tormenta perfecta, la despedida triunfal del mundo de los vivos.
Arquitectura y pintura, en este caso, dan lugar a una simbiosis perfecta cuyo objetivo es impactar en el ánimo del espectador y sumegirle en este ambiente apasionado en el que tampoco falta el sentido del humor.
Para el comisario hay dos cuadros, de tonalidades más oscuras, que sintetizan a todos los demás, lo cual se aprecia claramente si se considera a la exposición como un todo. Si se observan los cuadros individualmente quizá sean otros los que llamen la atención.
La fotografía es de María Contel.
Vicente Torres

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