viernes, 19 de agosto de 2016

El puñetazo

Recibió el impacto en la mandíbula y ni siquiera hizo ademán de defenderse. Se quedó sentado en el suelo, apoyado en la pared, con la mirada triste del que lo ve todo perdido.
Su agresor, amigo hasta ese momento, había aprovechado la circunstancia de que estaban solos para largarle una retahíla de acusaciones que no tenían sentido alguno y en cualquier caso con otras personas se había mostrado mucho más condescendiente, a los que hasta incluso había disculpado conductas altamente reprobables.
Había comenzado a reprocharle esto y aquello, mediante una sarta de disparates, y ante el estupor de su víctima se había ido indignando hasta que su ánimo alcanzó tal exaltación que le propinó un puñetazo.
Y ahí estaba él, sentado en el suelo doliéndose de la mandíbula. Podría haberse levantado y propinarle una paliza a su agresor, pero se daba cuenta de que si aquel había llegado hasta ese punto es porque tenía todas las cartas ganadoras en la mano. Si le hubiera respondido como merecía habría empeorado, sin duda, las cosas.
Físicamente, estaba en forma. Había practicado las artes marciales durante algún tiempo, hasta que se dio cuenta de que eso no era lo suyo. No obstante, había adquirido cierta destreza. Seguía yendo al gimnasio cuando podía y todos los días corría unos kilómetros con su perro. Estaba en forma, pero como no alardeaba de eso su agresor no lo sabía. Si le había dado el puñetazo era porque al verse más corpulento pensaba que tenía ventaja.
Hay personas que cuando sienten rencor hacia alguien se preguntan que cómo es posible que ese sentimiento tan nocivo haya entrado en ellas. Otras, en cambio, tratan de encontrar motivos que justifiquen ese rencor, cosa fácil, claro, y buscan en otros amigos la confirmación de que es de justicia que odien de tal manera a quien sea. Saben a quienes dirigirse.
Todo esto a él le dolía mucho, porque aunque consideraba como una bendición saber de quiénes se tenía que apartar, hasta el momento los había tenía tenido como amigos y había hecho suyos sus problemas y se había entristecido con sus sufrimientos.

2 comentarios:

Susana Ballesteros Román. dijo...

Hay mucho amigo "imaginario" en la mente de quienes creen en la utopía de la amistad.
Muchas amistades que parecen serlo no son más que circunstanciales, es decir, les une algún acontecimiento de la vida y finalizada esa etapa, en realidad, no hay más. Otras veces, son solamente manifestaciones de algún interés disfrazadas de amistad.
No es necesario responder al golpe, pero, mucho menos dar a pie a poner la otra mejilla.

Nacho Vega dijo...

Lo dijo hace ya tiempo D. Enrique Jardiel Poncela con su definición de amigo-póliza: "Amigo-póliza: Aquel amigo que se pega a uno como un sello y no vale más de dos pesetas". Cuando uno se cae del caballo y se da cuenta de la realidad, duele. Duele. Pero luego se reflexiona. Y se da cuenta de la catadura moral del individuo en cuestión. Saludos.