lunes, 2 de enero de 2017

La maldad en el cine

Explicó Julián Marías en su espacio de Blanco y Negro (que luego ocupó Jaime Siles), que los espectadores exigían a los héroes de las películas sacrificios y heroicidades que en modo alguno estaban dispuestos a llevar a cabo ellos mismos en sus vidas ordinarias.
Esta actitud se explicar a través de Sócrates, que demostró que el ser humano, en su fuero interno, distingue claramente el bien del mal. Otra cosa es que luego es que luego sea capaz de obrar en consecuencia.
Rafa Marí, en su artículo de hoy en Las Provincias, dice lo siguiente: «En la vida real nos repele la gente perversa. Cuanto más lejos, mejor. Pero en las películas nos atraen los seres malvados.». A primera vista, esto está en contradicción con lo afirmado por Julián Marías, pero una mirada más atenta nos revela que está íntimamente relacionado. Al contemplar a los malos del cine cualquiera, en comparación con ellos, se siente bueno. Proporciona un gran alivio poderse considerar buena persona. El cine es un gran proveedor de sueños.
Cierto personaje famoso me dijo, así, con gran energía: «que mire la wikipedia y verá quién soy yo». Tuve que armarme de valor para responderle: «¿y tú sabes quién eres. Te has preguntado alguna vez qué es lo que habrías hecho en caso de ser alemán y vivir en tiempo de los nazis?». Este personaje no me volverá a hablar en su vida. Todavía no sé por qué no me callé.
Si hay algo que salva al mundo es la necesidad de todo ser humano de creerse bueno. Incluso los etarras y sus cómplices se creen buenos. Cualquier malnacido se esfuerza en justificar sus crímenes y si no lo consiguiera no podría vivir. La maldad se adjudica a otros y una vez hecho esto no se les perdona. Por algo pone en algún sitio que el número de los tontos es infinito (se ha demostrado que no es en el Eclesiastés).

1 comentario:

eugenio dijo...

Como de costumbre, un buen análisis.