Flash y square, por Carmen Valencia

Flash y square

Adoquines de silencio sobre el mar acontecían,
Oleajes de recuerdos dentro del alba abierta,
El caminante tenía en un contorno una luz,
En la figura llevaba halos de paso y silencio
En la eternidad callada, sobre las amapolas doradas,
Dentro del pensamiento pálido de libertad.

Sentado en el umbral de crepúsculos tardíos,
El abanico y su llanto desplegados por el aire,
Desenvolviendo el tiempo,
De arrecifes latitudes, bríos de ese temporal.
No amanezca sin el timbre de los lirios del delirio,
No haya tez que no recoja la palidez del cuenco,
El deambular de la capa recogiendo las palabras
Goteadas de otro tiempo.

Llevan los adoquines los confines de la luz,
A la atalaya arrastran cuerpos desvanecidos,
Que fueron de la hierba y el junco,
Que del esplendor fueron
Las latitudes abiertas.

Sobre el temple del color,
La acuarela sigilosa
Resbala con su pincel
De tantos colores ganados,
Tantos tonos de la luz
Desde una ventana trazados.

Hay una plaza, los pasos
De transeúntes, el taconeo del día,
Del firme ese caminar,
Los alveolos del tempo,
Demarcación y retorno sobre la pista que va.

Sobre el suelo las sillas de níquel o de papel,
Recogidos y sentados hablan de viva voz,
Las palabras que deshacen la madeja inolvidable,
Música de las mañanas preparando ya su sol.

Primavera en esta estancia, del momento y su estación,
Ya llueve sobre los adoquines, y los paraguas abiertos
Apagan rayos y truenos.

El cuerpo que se cobija entre sonrisa y estreno
Del florete del flash, su instante,
Su amapola de color.

Vuelven momentos al ruedo
De tiempo y temple
Desde el camino ambarino
Hasta los pies llevando
El cuerpo del melocotón.

Huele a café con leche,
A croissants, a té caliente,
A canela y a limón.

Sobre el cemento caen las notas de la canción,
Por si amarte fuera poco,
Que las rosas amarillas,
Que las flores del momento,
Que el cauce del mar en el río,
Que el tiempo que vuelve vuelva,
Abrazados al color.

Carmen Valencia