martes, 15 de febrero de 2011

GANARÁS EL PAN, por José Mas

Ganarás el pan con el sudor de tu frente.

Y con el molimiento abrasador de los huesos.

Y sin embargo, para él, nunca fue el trabajo

maldición, sino la vida misma.



Aprendió a leer

en las nubes preñadas de lluvia

y en las estrellas –-inmaculadas entonces-

de sus días y noches de pastor,

antes de que la escuela le enseñara

el galimatías de sus cifras y letras.



Años después fue pastor de camiones

en ciudades hostiles,
que tenían el defecto (también la virtud)

de mudar las viviendas de fachada y de enseres;

y, aun muchas veces, de lugar.

Y él, que no quiso conducir

porque vio desangrarse y gritar de dolor

a tantas carreteras y barrancos,

tuvo que transportar sobre sus hombros

y a brazadas extensas de nadador que entrena siempre,
por escaleras sin principio ni final,

cristalerías finas,

sofás obesos,

los mármoles del lujo y de la pena,

y pianos espesos y profundos,

paquidermos hermosos de rencor y de música.



Asimismo embaló, numeró y desembaló

alhajas, libros, cajitas misteriosas,

cachivaches diversos que pretenden

ser recuerdos de algo, pero que, en realidad,

son solo las burbujas que producen

los labios del olvido.



Cuando una grúa se averiaba,

él la suplía

sin aspavientos ni extrañeza.

Pero existen, sin duda, grúas que no perdonan

la competencia humana.



Y un día aciago de sudor y de polvo

se cumplió la venganza:

Los músculos de acero desgarraron

los poderosos músculos,

que estaban limitados por los huesos.



Ninguna empresa de mudanzas,

ni mucho menos el ministerio de trabajo,

te impondrá una medalla de oro,

o una cruz laureada.

Pero, ¡qué importa!

Tú te mereces por derecho propio

que las calles te digan al oído:

-hoy estamos contentas pues cruzó por nosotras

un hombre verdadero.



Para Anastasio. (21 de diciembre de 2009)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Realmente es una oda a la labor de tantas personas que sienten que el trabajo es una fuente de realización con entusiasmo y dedicación.
Es un homenaje a los trabajadores que usaron su inteligencia, sensibilidad y el “sentido de la vida” a su labor manual.
Llama la atención los versos:
“Cuando una grúa se averiaba,
él la suplía
sin aspavientos ni extrañeza.
Pero existen, sin duda, grúas que no perdonan
la competencia humana”
Y cuando las calles decían, “es un hombre de verdad”
AnnaTeresa