sábado, 29 de diciembre de 2012

Un peral

El peral es mío. A veces pienso que lo sabe y que le gusta ser de mi propiedad. Es cierto que si viviera en un campo salvaje sería libre, pero también lo es que en ese caso tendría que competir con otros árboles por la luz del sol y el alimento del suelo. Y que en esta lucha no tendría garantizada la victoria ni mucho menos. Todo dependería de los vecinos que le hubieran tocado en suerte. Los hay contra los que es imposible luchar.
Además de competir con otras especies vegetales, también tendría que soportar a otros seres, éstos del reino animal, que abusarían de él de todos los modos posibles.
Por esas cosas pienso que el peral, en mi terreno, se siente cómodo y me está agradecido. Ningún otro árbol le disputa la luz solar y en el suelo tiene el alimento que necesita, sin que ningún otro vegetal se lo dispute. Está acompañado, hay otros árboles, situados a la distancia conveniente para que sirvan de compañía sin ser molestos. Y de la especie animal que pudiera hacerle daño también está protegido. Por otro lado, se procura tenerle a salvo de las enfermedades que le amenazan.
Da unas peras grandes, hermosas, de exquisito sabor. Si el peral estuviera en un bosque le caerían al suelo cuando estuvieran maduras, en donde se pudrirían la mayoría y algunas de ellas serían comidas por animales a los que lo mismo les da comer una cosa que otra.
A veces pienso que cuando me acerco al peral y lo miro cargado de frutos rebosa satisfacción. Como si dijera: me has cuidado todo el año y ahora te ofrezco esto, para que disfrutes. Tomo una pera y me dispongo a comérmela delante de él, para que vea cuánto me gusta. La manoseo, porque me gusta el contacto con su piel, la miro, tiene un color precioso. El peral sabe que yo distingo una pera de otra y que cada una ofrece un matiz diferente en su sabor. Me como despacio la pera que tengo en las manos y al acabarla selecciono otra, para comérmela también.
El peral y yo congeniamos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso texto, Vicente. Las plantas sonrien y se asustan, tienen miedo a que les dañen segun descubriemientos de la ciencia. Yo por mi parte tengo un pino dentro de la casa, porque es de sombra-luz. Hace una semana lo vesti de ardol de navidad, la serie de luces toca villancicos y le encantan. Apenas ahora le vi algunos brotos nuevos, que antes no tenia, es muy lento en esa clase de asuntos. Me sorprendi cuando lo vi. Es una pena que tenga que desvestirlo en unos dias, a ver como reacciona.

salvador dominguez dijo...

Vengo comprobando que cada vez que no escribes de asuntos políticos mejoras notablemente tus escritos. La luz de tu sensibilidad está más brillante en la vida libre que en esa otra llena de ataduras y de traiciones.Tus observaciones son mucho más nítidas, y las reflejas con originalidad, sin caer en los manidos tejemanejes de la cosa política.Te aconsejo que sigas tu rumbo natural.