domingo, 7 de julio de 2013

Aprendido en el ajedrez

La mejor escuela es la de la vida. Por eso, quien quiere aprender lo hace con cualquier cosa. Por ejemplo, con el ajedrez. Alguien que hacia el final de la partida se vea con superioridad en lo que al material se refiere y tenga una posición dominante, puede querer terminar por la vía y descuidar la defensa, cosa que puede ser aprovechada por el rival para hacer un jaque mate fulminante. Claro que esto a un profesional no le pasa. Ya ha aprendido esta lección y hasta es posible que la aplique en su vida ordinaria.
Hay personas que nunca aprenderán nada, porque su intención no es mejorar, sino sobrevivir. Conocí a una señora de bastante edad, que presumía de socialista y actuaba con prepotencia. O sea, lo que conviene a los poderosos. La única esperanza de los pobres es que rija el imperio de la razón. Solía repetir esta coletilla: “Si volviera a nacer sabiendo lo que ahora sé...”. Sócrates sabía que no sabía nada.
Hay personas que nunca aprenderán nada. Cierto figurón se sometió a una de esas sesiones de chat en las que los lectores hacen preguntas. Uno de ellos le acusó de ser un chaquetero, y el figurón respondió que sí y a mucha honra, porque se trata de una estrategia para sobrevivir en un mundo hostil. Hay excusas para todo, sólo me faltaría saber que esa estrategia incluye traiciones y villanías varias, cuando son convenientes “para sobrevivir”.
Hay personas que nunca aprenderán nada. Pueden haber leído varias veces los libros más edificantes, escritos por los autores más virtuosos, y quizá hayan aprendido de memoria capítulos enteros de esos libros, o sean capaces de citar, sin consultar en ninguna parte, las frases más brillantes. Y puede ocurrir que todo sea retórica y deseos de lucimiento mostrando erudición. Lo que no harán será imitar a esos autores.

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