lunes, 12 de agosto de 2013

Lo vulgar

Mi interlocutora se desenvuelve mejor en inglés a pesar de que es española y nació y fue criada en España. Y ahora que lo pienso me doy cuenta de que no le preguntado por qué se fue a Inglaterra. El asunto es que ella me dijo: lo que me ha pasado con esas personas se veía venir, porque es gente vulgar, y la palabra vulgar la pronunció con entonación inglesa, alargando la a y pronunciándola de modo muy abierto, como queriéndola recalcar.
No es que mi interlocutora proceda de una familia adinerada, ni mucho menos. No van por ahí los tiros. Emigró a Inglaterra para ganarse la vida, pero es de las que no fallan.
La gente vulgar de pronto se ve inmersa en una causa justa y parece que se le haya hecho la luz. Quienes se hubieran muerto de hambre encuentran un modo de ganarse la vida más que suficientemente, y esconden su talante traidor y egoísta, vulgar a fin de cuentas, tras el ademán serio y el gesto adusto; también los hay que le toman gusto al hecho de salir en la televisión, sobre todo en la televisión, y otros medios, y la causa, justa, acaba importándoles menos que la posibilidad de estar en primer plano. En el candelabro, que diría aquélla.
La causa les ha servido también para dejar de considerarse vulgares. Han visto que hay otra gente a la que consideran peor que ellos. Ni siquiera se han planteado la idea de que deberían demostrar que son mejores. Tampoco se han parado a pensar si el hecho de que tengan razón en una cosa significa que todo lo demás lo han hecho bien. Su propuesta ha consistido en continuar todo igual que antes, aprovechando en su beneficio los vientos favorables. Los malos son los malos, parecen decir, y no se paran a pensar que quizá ellos estén comportándose de modo igual de censurable.
Mi interlocutora ha actuado con generosidad y desprendimiento. También me consta que no todas las personas que defienden la causa son vulgares.

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